Buenas sensaciones, por Amaia Ramírez
Centrarse en reforzar aquellos aspectos que los/as deportistas hacen bien, dejando a un lado las correcciones de aquellas otras habilidades que no dominan tanto
Nerea era entrenadora de un equipo de natación juvenil. Había estudiado Ciencias de la actividad Física y tenía maestría en natación. Ella misma había sido una buena nadadora y su mayor ilusión era que su equipo, además de obtener un buen rendimiento, disfrutase de ese deporte tanto como ella lo había hecho a su edad.
Muy frecuentemente, su equipo lograba meterse en las finales, y sus nadadoras/es eran convocados a menudo para participar en las concentraciones nacionales.
Jon era el último de los nadadores que había conseguido entrar en ese grupo, cuyos integrantes iban a competir por estar entre el primer y el octavo puesto de su categoría a nivel nacional. Todo el mundo estaba pendiente de su resultado. Ser convocado por la selección nacional era siempre un motivo de orgullo y responsabilidad.
A simple vista, Jon parecía un chico muy tranquilo. Nunca había dado señales de nerviosismo excesivo en la cámara de salida, ni tampoco parecía que la competición le afectara más allá de hacerle sentir las comúnmente conocidas “mariposas en el estómago”. Es más, éstas le daban alas y le ayudaban a competir. Por su parte, su entrenadora Nerea estaba totalmente comprometida con el rendimiento. Estaba decidida a ponerlo todo de su parte para que eso no cambiara bajo ningún concepto y Jon siguiese disfrutando de ese modo de la natación.
A sabiendas de lo que puede suponer la llamada de la Selección Nacional para un deportista joven, Nerea consultó con el Departamento de Psicología del club y preparó cuidadosamente los entrenamientos para que Jon fuese a aquella concentración con la mochila bien preparada. La psicóloga le dio algunas orientaciones y le hablo sobre la necesidad de gestionar la carga psicológica de los entrenamientos.
Foto: triatlonline.com.mx
Nerea nunca había trabajado conscientemente con la carga psicológica, pero definitivamente, la idea le atraía. Se dio cuenta de que, de la misma manera que podría planificar la carga física de las sesiones para que los nadadores llegaran con las máximas garantías a la competición, también podría hacerlo con la carga psicológica. De hecho, si lo conseguía, sería una forma de mejorar la calidad de los entrenamientos de sus deportistas, puesto que esto le acercaría más al rendimiento deseado.
Según le había explicado la psicóloga, la carga psicológica era algo así como la carga mental que tenía que soportar un/a deportista a lo largo del entrenamiento. Estaba relacionada directamente con el estrés, la autoconfianza y la motivación: “Si era mucha e inapropiada resultaba muy perjudicial, y si era poca generaba aburrimiento y monotonía”. En principio, el concepto le parecía complicado de aplicar y ajustar a los entrenamientos. Realmente no estaba segura de cómo lo podría tener en cuenta, pero estaba absolutamente decidida a ello y, sin duda, lo intentaría.
Nerea se dio cuenta de que lo ideal iba a ser reducir o moderar la carga psicológica, puesto que de esa manera, Jon compensaría el excesivo nivel de activación que le provocaban las ganas de demostrar que podría hacerlo bien en la concentración. Según le explicó la psicóloga, para gestionar dicha carga era recomendable tener en cuenta tanto algunos factores personales como el diseño de los entrenamientos:
- El nivel de participación de los/las deportistas en los ejercicios.
- La novedad, variedad y complejidad de las tareas.
- La inclusión de ejercicios competitivos y estresantes en la sesión.
- Evaluar o no el rendimiento de los/as nadadores/as tomando tiempo en las series.
- Y sobre todo, su forma de entrenar. Su propia actitud para afrontar los entrenamientos y el grado de exigencia que en ellos demandara; cómo corregía o reforzaba…etc.
Con todo esto, Nerea diseñó ejercicios en los cuales ajustó mucho los objetivos, sabiendo que a pesar de ello, Jon podría cumplirlos aunque se tuviera que esforzar un poco. Utilizó para ello ejercicios muy conocidos que, además, sabía que siempre salían bien y que resultaban ser divertidos.
Durante esa semana se centró en reforzar aquellos aspectos que los/as nadadores/as (y Jon en concreto) hacían bien, dejando a un lado las correcciones de aquellas otras habilidades que no dominaba tanto y se les daba peor. Decidió que no haría ejercicios en los que tuviera que tomar tiempos y trabajó más teniendo en cuenta la frecuencia cardíaca.
De esta manera, cumplió con los objetivos del entrenamiento en cuanto a volumen y a intensidad, pero redujo la carga psicológica de los mismos.
Al final de la semana, Jon estaba muy animado para ir a la concentración. No tenía claro lo que le pasaba, pero tenía buenas sensaciones.
Publicado previamente en La Ovación
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